( INTRO)
Cuando me desperté me dí cuenta que me había quedado dormido. ¡Virgen Santa! Antes de ser despedazada por los bastonazos de Seguridad la vieja me había gritado: “No se duerma, si no ve cómo llega no va a saber cómo salir”. Y yo había soportado perfectamente la mayor parte del trayecto atlántico, palabras cruzadas y novelas policiales de por medio; algo de la costa española, o al menos Tánger y después un sopor pesado seguido de un sueño interrumpido recién ahora por la banda de música que , vista a través del vidrio empañado del avión, parecía vivir en las teardrops de un televisor blanco y negro.
La azafata de dientes negros me sonrié de manera algo forzada indicándome que tengo que descender. Los aplausos (grabados, compruebo después) casi tapan la banda de música.
Cuando se abre la escotilla siento un leve empujón, como si el aire del exterior fuera más denso. El Primer Cónsul, el Secretario del Partido Único y el Comisario de Cultura me dan la mano, apretando, como en Argentina. Son manos pesadas, callosas. No me gustaría recibir un golpe de manos así ¿O sí?
Una niña pelirroja de arrebatadora belleza me acerca un ramo de flores. ¿La rubia estará enferma? ¿La morocha estará muerta?
La arquitecta del aeródromo no está mal, no exuda funcionalidad, es algo delicada, mármol blanco y rosado. No parece haber mucho movimiento, no se ven mecánicos, no se ven herramientas, el único olor es el de las flores. A lo lejos grandes masas envueltas en lona ¿otros aviones? Demasiado sensibles al menor viento, como si sólo hubiera líquido en su interior, o como si respiraran. Hsss, Hsss, Hsss.
La cabeza del Primer Cónsul es enorme, da la sensación de que su cuerpo la sostiene con dificultad. De hecho, se ayuda en sus desplazamientos con un ingenioso juego de bastones.
El Secretario del Partido es muy fácil de reconocer, porque hombres como él hay en todas partes, hasta en Borgravia. El Comisario de Cultura sonríe agachando un poco la cabeza; hace pensar en algún huguenotte francese exilé en Brandenburgo, o en Pedro Quartucci. Se habla con él usando el esperanto que dictan estas circunstancias: que Spengler, que Guenon, que el Bhagavad-Gita (Guita!). Ya en el descapotable, me susurra al oído:
-Hay en el lenguaje un orden anterior al Partido ¡Pavada de problema!
-¡No me diga! –Le digo.
En un descapotable, por un bosque de monoblocks desiertos, como en la reconstrucción del asesinato de algún "presidente americano”...
( to be continued )
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